Mi primera experiencia lésbica Parte I
Ana fue mi amiga desde que estábamos en el jardín, hacíamos muchas cosas juntas, desde irnos para mi casa a hacer tareas después del colegio, hasta salir con nuestros grupos de amigos un fin de semana.
Para aquella época ya teníamos 16 años y comencé a experimentar el enamoramiento. Daniel, mi último novio, fue uno de los hombres que más amé en mi vida, primero porque fue al primer chico al que le di un beso y segundo con el que perdí la virginidad, puedo decir que era el mejor sexo que había probado hasta el momento, teniendo en cuenta que no había estado con ningún hombre más, según mi inexperiencia yo con Daniel tocaba el cielo sexualmente hablando.
Todo marchaba muy bien, teníamos una relación propia de adolescentes descubriendo su sexualidad. Ana a medida que fue creciendo, el gusto por las mujeres también era más que evidente. Nunca habló sobre su sexualidad, pero tampoco hizo falta entender que su orientación sexual era diferente.
A pesar de mi relación con Daniel, ella y yo seguíamos teniendo una excelente relación de amigas, incluso cuando había oportunidad salíamos los tres. Todo iba bien hasta que a Daniel lo metieron a la cárcel.
Fueron días, meses y dos años en los que me la pasaba demasiado deprimida. Primero por la situación en la que él se encontraba y segundo porque siempre y cada domingo sagradamente iba a visitarlo. Nunca falté a las visitas.
Ana siempre había estado ahí para apoyarme. Nunca le faltó una palabra de aliento, un abrazo o un gesto para consolar a su amiga (ahora que lo pienso, ella ya estaba deseando algo más, con risa lo escribo), siempre estuvo presente.
Pasó el tiempo y Daniel finalmente quedó libre, pero el hombre que había salido no era el mismo del que me había enamorado alguna vez. Se había vuelto agresivo y las peleas entre nosotros eran constantes, Ana siempre las había presenciado, pero nunca se metía por miedo, seguramente.
En una de nuestras tantas peleas de Daniel y yo, Ana me llamó. Recuerdo que era domingo más o menos a las 8 de la noche, llovía mucho, ella me recalcó que debía hablar conmigo, lo pensé por la lluvia, sin embargo, accedí a conversar con ella.
Llegué y me recibió en una esquina del parqueadero de la unidad residencial, no había nadie, se le notaba nerviosa. Se supone que somos dos amigas que nos conocemos de toda la vida e íbamos a hablar sobre mis problemas con Daniel, yo también estaba muy nerviosa pero no pregunten porqué mis nervios.
Comenzó hablando de nuestra amistad, de lo bien que no la llevábamos, bla bla bla. Le pregunté que porqué tanta introducción a algo que nosotras ya sabíamos y sin más preámbulos me besó. ¡Dios mío!
En ese momento quedé sin alientos, sin palabras, no sabía qué hacer ni cómo reaccionar. Al principio de este relato les conté que el solo hecho de tener un mínimo acercamiento con una mujer me producía un poco de fastidio y mi amiga, la de toda la vida… me besó.
Salí corriendo, no dije nada. Ella con mucha insistencia me llamaba al celular, obviamente no le quería contestar, seguía dirigiendo la escena. Pensé que quizás ella se había aprovechado de mi depresión por Daniel y la odié más.
Con Daniel las cosas seguían mal y para ese momento no tenían solución, él siempre me buscaba, pero yo ya no quería. Decidimos terminar definitivamente. ¿Podría ser por lo que había pasado con Ana?
Volví a hablar con ella, ya estaba más tranquila. Me pidió disculpas que obvio se las acepté. Sin embargo, mi relación con ella no sería igual. Les debo admitir con toda la vergüenza del mundo, que aquel beso no había estado del todo mal, me había gustado, y todo lo que
vendría después, me habría gustado mucho más…